martes, 13 de abril de 2010

Llamadas cargadas

La noche se empezaba a tornar bacanal, mientras degustábamos unos tragos, me lanzaste una retorica embriagada de libido diciéndome “te voy a violar”, mis oídos captaron el tono de tu voz excitada disfrazada por esa amenaza, que realmente me cedías el camino y dejabas las puertas de par en par. La sangre de lobo hambriento empezaba a hervir por la estimulación de tu ofrecimiento, el imaginar que más tarde iniciaría la jauría me elevaba la sed. Un timbre dio paso a unos segundos de silencio, momentos que aproveché parir al water a evacuar, mientras caminaba entre la penumbra, mi pene iba creciendo y creciendo, al bajar la cremallera mi miembro broto erguido, expelí, unas cuantas sacudidas le di que dieron paso a unas leves caricias que incitaban a masturbarme, pero decidí que fueras tú quien siguiera con tan placentero ajetreo, deje mi miembro exhibido, suspendido, abrazado por la cremallera de mi pantalón beige de pinzas, así retrocedí a tu encuentro, con el glande rompiendo el viento entre la penumbra, sintiéndolo como se balanceaba y se ponía más erecto por el vaivén, estando cercas de ti notaste que iba desenvainado, tus ojos asombrados echaron una mirada de deleite, al acercarme a ti, tú seguías hablando por teléfono, yo me limite a darte ordenes con los ojos, con tu mano izquierda la cual estaba desocupada apañaste mi pene el cual estaba adornado por las venas a punto de reventar, empezó el ir y venir de tus manos con una masturbación lenta que iba agarrando su ritmo, mientras yo perdido en el nirvana, con los ojos de niebla, arqueándome levemente hacia atrás, aquello me excitaba demasiado, tu hablando y jaloneándome, yo perdido en la lujuria y la sincronía de tus caricias, de tus delicadas manos, colgaste para dar paso a otra llamada, la del teléfono de carne y sus fluidos.